lunes, 10 de enero de 2011

EL MODELO DE LA FAMILIA NARCISISTA (Casos)

CASOS DE SOBREVIVIENTES DE FAMILIAS NARCISISTAS


La historia de Jenny.

Jenny, atractiva e inteligente, es asistente legal, casada y madre de tres hijos adolescentes. Ingresó a terapia debido a que su atracción sexual hacia su segundo marido había menguado y temía hacer algo “estúpido” (como tener un amorío) para destruir la relación, tal como había sucedido en su primer matrimonio. Sentía que su vida había seguido un patrón de auto-destrucción, actos impulsivos y quería averiguar el motivo mientras tuviera la oportunidad de salvar su matrimonio.


Confianza y Terapia.

El padre de Jenny era alcohólico y violento. Hombre militar de bajo rango, solía ausentarse por largos periodos de tiempo, y el dinero era extremadamente escaso. Había siete niños en la familia; la madre de Jenny sufría abuso, era pobre, agobiada y solitaria y “traía hombres a casa” durante las ausencias del padre. Jenny tiene recuerdos espantosos de su niñez sobre peleas entre sus padres estando ebrios e intentos de abuso por parte de su tío (el hermano adorado de su madre). Viendo a su tío como único soporte de su madre, Jenny no podía soportar contarle a su madre acerca del acoso y privar a su madre de su único aliado.

Desde sus primeros recuerdos, Jenny fue una niña ocupando el lugar de los padres y caracterizaba a su niñez como “estar siempre asustada; siempre tratando de ser invisible; tratando de ser una niña realmente buena para que nadie notara mi presencia y me dejaran sola”. Jenny por tanto fue criada en una familia abiertamente narcisista.

Recuerda una Navidad cuando tenía seis o siete años. Su padre vino a casa dos días antes de Navidad y por la mañana de la víspera, resueltamente, se fue con su hermano en busca de un árbol de Navidad. Los niños, por supuesto, estaban excitados con la perspectiva de tener un árbol, y pasaron el día con la preparación de sus adornos. El padre por fin apareció poco antes de la media noche, borracho, horroroso y sin árbol. Una terrible pelea se desató entre los padres. Jenny recuerda escabullirse en una esquina con su hermano menor, creyendo que si lo apretaba muy fuerte, de alguna manera se volverían invisibles, evitando así que la locura y crueldad del ambiente les alcanzaran. Estuvimos ahí toda la noche, recuerda, apretándolo siempre fuertemente “¡por mi vida estaba protegiéndolo, pero también lo estaba agarrando por mi vida!”

Al lidiar con sobrevivientes, la regla es que cuanto menos hayan recibido en términos de apoyo emocional, más temerosos están de perder lo poco que tienen. Por ejemplo, Jenny recuerda que cuando tenía doce años, un horrible y tenebroso hombre de las montañas Ozarks llegó a su casa para negociar con la madre a Jenny. Había estado visitando a parientes en el barrio y observado a Jenny; quería llevarla a casa como “esposa” para su hijo. Jenny recuerda el terror que sintió, escuchando a la madre hablar con ese extraño sucio, ignorante y de apariencia salvaje que había estado observándola morbosamente cada vez que salía de la casa. Se escondió en el baño con su oreja pegada a la puerta. Creyendo que su madre la vendería, sabiendo que tendría que suicidarse si lo hacia, y temiendo no poder hacerlo con la suficiente rapidez y eficacia. La madre de Jenny no la vendió, pero a pesar de sus protestas “que ni siquiera se me había pasado por la cabeza”, hasta la fecha Jenny seguía sintiendo como que muy poquito faltó para ser vendida. Aún viendo estas y otras tantas historias de horror, Jenny continuaba refiriéndose a su madre como “su mejor amiga”.

Ahora, siendo adulta, Jenny relata: “Dejo que la gente me pisotee. No puedo hacer nada al respecto. Aún si digo algo, nadie me escucha. No tengo amigos íntimos. Siempre hago algo para alejar a la gente… Decir que tengo un complejo de inferioridad es como decir que los ingresos de Donald Trump están apenas por encima del margen de pobreza, ni siquiera se acerca a la descripción de lo tremendo de la situación.”

Después de dos meses en terapia, Jenny llegó a una sesión visiblemente enojada. Dijo que su esposo había querido hacerle el amor, y ella había dado una excusa – una vez más-. A pesar de sentirse herido y enfadado, le contestó que trataba de ser paciente con ella porque sabía que yo venía aquí (a terapia) para enderezar la situación y que sabía que me estaba esforzando a fondo y que estaba seguro que todo se arreglaría pronto. ¡Me siento tan hipócrita! No estoy hablando de nuestra vida sexual; ya no me importa nuestra vida sexual. No he tenido un orgasmo hace años. Sólo estoy aquí hablando de mi y mi pasado. Quiero decir…Sé que probablemente todo esté relacionado, ¿pero cómo?”


La historia de Jenny es representativa de la manera como funcionan las cosas en muchas familias narcisistas y porqué, en la vida adulta, estos sobrevivientes tienen tanta dificultad para mantener relaciones íntimas. La intimidad se basa en la confianza. Teniendo confianza, se puede estar abierto ante las personas, dejar de estar a la defensiva y comunicarse abiertamente. Sin confianza, hay un baile “acércate/aléjate”, una postura “te dejo entrar, pero no demasiado ni por mucho tiempo” que lleva a la frustración, la hostilidad y usualmente al fin de la relación.

Siempre hay excepciones, desde luego, como las (os) esposas(os) y amantes que se aguantan a pesar de todos los mensajes distorsionados porque creen que la relación puede funcionar.

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