jueves, 5 de diciembre de 2013

Diez pasos para amarse a uno mismo

1.- Deja de criticarte La crítica nunca cambia nada. Niégate a criticarte. Acéptate exactamente tal como eres. Todo el mundo cambia. Cuando te criticas, tus cambios son negativos. Cuando te apruebas, tus cambios son positivos.

2.- No te asustes Deja de aterrorizarte con tus pensamientos. Es una forma horrible de vivir. Busca alguna imagen mental que te produzca placer (la mía son rosas amarillas), e inmediatamente reemplaza el pensamiento aterrador por uno agradable.

3.- Sé amable, apacible y paciente Se amable contigo. Pórtate bien contigo. Ten paciencia contigo mientras aprendes esta nueva forma de pensar. Trátate como tratarías a una persona a la que verdaderamente amas.

4.- Sé tolerante con tu mente El odio a uno mismo, es el odio a los propios pensamientos. No te odies por tener los pensamientos que tienes. Cámbialos suavemente.

5.- Elógiate La crítica destruye el espíritu interior. El elogio lo construye. Elógiate todo lo que puedas. Alábate por lo bien que haces las cosas, por más insignificantes que sean.

6.- Bríndate apoyo Busca formas de apoyarte. Recurre a tus amigos y déjate ayudar. Es muestra de fortaleza pedir ayuda cuando se necesita.

7.- Sé indulgente con tus aspectos negativos Comprende que los creaste para satisfacer una serie de necesidades. Ahora estás encontrando formas nuevas y positivas de satisfacer esas mismas necesidades. De modo que deja amorosamente que las viejas pautas negativas se vayan.

8. - Cuida tu cuerpo Infórmate sobre cuál es la nutrición adecuada para ti. ¿Qué clase de combustible necesita tu cuerpo para tener una energía y vitalidad óptimas? Infórmate sobre las distintas modalidades de ejercicio físico que existen. ¿Qué tipo de ejercicio le gustaría hacer? Mima y venera el templo en el que vives.

9.- Trabajo con el espejo Mírate a los ojos a menudo. Expresa el creciente amor que sientes por ti. Perdónate mirándote en el espejo. Conversa con tus padres mirándote en el espejo. Perdónalos también. Al menos una vez al día di: “Te quiero, realmente te quiero”.

10. - ¡Hazlo ya! No esperes a sentirte bien, ni a perder peso, ni a tener el nuevo empleo o la nueva relación. Empieza ahora a hacer cosas y hazlas lo mejor que puedas.


Tratamiento del Merecimiento

Me merezco todo lo bueno. No algo, no un poquito, sino todo lo bueno. Ahora dejo atrás todos los pensamientos negativos y restrictivos. Me libero y me olvido de todas las limitaciones de mis padres. Los amo y voy más allá de ellos. Yo no soy sus opiniones negativas ni sus creencias limitadoras. No me ata ningún miedo ni prejuicio de la sociedad en la que vivo. Ya no me identifico con ningún tipo de limitación. En mi mente, tengo libertad absoluta. Ahora entro a un nuevo espacio de conciencia, en donde me veo de forma diferente. Estoy creando nuevos pensamientos acerca de mi ser y de mi vida. Mi nueva forma de pensar se convierte en nuevas experiencias. Ahora sé y afirmo que formo una unidad con el Próspero Poder del Universo. Y por lo tanto, recibo multitud de bienes. La totalidad de las posibilidades está en mí. Merezco la vida, una buena vida. Merezco el amor, abundante amor. Merezco la salud. Merezco vivir cómodamente y prosperar. Merezco la alegría y la felicidad. Merezco la libertad, la libertad de ser todo lo que puedo ser. Merezco mucho más que todo eso. Merezco todo lo bueno. El Universo está más que dispuesto a manifestar mis nuevas creencias. Y yo acepto la abundancia en esta vida con alegría, placer y gratitud. Porque me la merezco. La acepto, y sé que es verdad.

Fragmentos extraídos del libro: "Amarse sin condiciones" de Louise L. Hay

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Terapia Gestalt

La Terapia Gestalt es una terapia que tiene como objetivo, además de ayudar al paciente a sobreponerse a síntomas, permitirle llegar a ser más completa y creativamente vivo y liberarse de los bloqueos y asuntos inconclusos que disminuyen la satisfacción óptima, autorrealización y crecimiento. Pertenece así, a la psicología humanista (o Tercera Fuerza), la cual se caracteriza por no estar enfocada exclusivamente a tratar a enfermos y las psicopatologías, sino también para desarrollar el potencial humano.

jueves, 29 de agosto de 2013

Respuestas a preguntas frecuentes sobre la modalidad de Terapia


Preguntas Frecuentes:

¿Qué es la Terapia Mayéutica? 
 Es una Psicoterapia dinámica y breve, que combina diversas técnicas de psicoterapia como gestalt, cognitivo conductual, transpersonal, eriksoniana, entre otras.

Sócrates modificó el significado médico que tenía mayéutica y lo reorientó al ámbito filosófico. Mientras el significado real de mayéutica es «El arte de hacer nacer (bebés)»
Sócrates lo focalizó en «El arte de hacer nacer o arte de dar a luz (al humano pensador)».

 Por lo tanto la propuesta de Terapia Mayéutica esta basada en la idea socrática de que la verdad está latente y oculta en el interior de uno mismo esperando ser dada a luz.

 ¿Para que sirve? ¿Cuales son sus beneficios?
Es un tipo de terapia breve, pero a la vez profunda, que permite Darse cuenta aquí y ahora de todo el propio potencial, no solo para la resolución de un conflicto sino para encarar la propia vida de manera mas reconfortante y plena. Las diversas técnicas psicológicas y modalidad utilizadas permiten profundizar en la problemática que presenta el paciente, ayudándole a descubrirse a si mism@, y guiándole para expresar todo su propio potencial de una manera plena y consciente.

 ¿A quien va dirigida? ¿Es para mi?
Este tipo de psicoterapia es para quien esta dispuest@ a encarar la solución de un problema o conflicto, de una manera comprometida, profunda pero a la vez mediante una terapia con modalidad ágil y en un lapso breve de tiempo.

¿Donde atienden? ¿Que horarios tienen?
Consultorios en Almagro, Villa Crespo, y Parque Centenario en Buenos Aires, Capital federal (CABA), con amplia disponibilidad horaria

Terapia a cargo de Nazareno A. Hernández, Terapeuta Gestalt y Transpersonal. Diksha Giver 

¿Como puedo contactarme? 
Mail: terapiamayeutica@gmail.com

Sitio web: http://terapiamayeutica.wix.com/psicoterapiabreve

Blog: terapiamayeutica.blogspot.com

 Facebook: www.facebook.com/terapia.mayeutica (terapia.mayeutica)


miércoles, 28 de agosto de 2013

¿QUE ES LA TERAPIA MAYEUTICA?


La Terapia Mayéutica es una selección de diferentes técnicas psicológicas, combinadas para lograr el pleno desarrollo y bienestar del Ser.

Es una terapia breve, dinámica, y con enfoque holístico que integra elementos de Terapia Gestalt, Cognitivo Conductual, Transpersonal y Eriksoniana, entre otras.

Este tipo de terapia incentiva a la persona a indagar, descubrir, reconocer, y aplicar la verdad que ya habita dentro de si mismo, para su pleno desarrollo y bienestar.

Esta basada en la idea socrática de que la verdad está latente y oculta en el interior de uno mismo esperando ser dada a luz.

“El eje central de la enseñanza socrática consiste en que el maestro no inculca al alumno el conocimiento, sino que lo guía hacia su descubrimiento a través de preguntas inductivas, siendo el alumno quien extrae el conocimiento en este proceso-diálogo”

“Una Terapia Holística es un conjunto de recursos terapéuticos que sirve para encarar una solución y la sanación, de una manera más completa e integral, teniendo en cuenta todos los aspectos del SER (cuerpo físico, emocional, mental, espiritual)”


Nazir Hernández - Psicólogo Holístico
(Terapeuta Gestaltico y Transpersonal)

https://www.facebook.com/terapia.mayeutica

http://terapiamayeutica.blogspot.com.ar/


Consultorios en Capital Federal (CABA): Almagro, Villa Urquiza, y Villa Crespo
Turnos y consultas: terapiamayeutica@gmail.com



martes, 9 de julio de 2013

Libro "Otro Mirar" para descargar en PDF

SEXOLOGIA __________ INFORMACIONSEXUAL: LIBRO COMPLETO EN PDF: " Otro mirar: reflexiones y herramientas para trabajar la sexualidad y la no violencia con jóvenes" Jóvenes, padres, educ...

El "contrato emocional"

HOMBRES CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO: El AMOR NO ES SUFICIENTE: EL AMOR NO ES SUFICIENTE (El “contrato emocional ” en la pareja) A menudo escucho frases similares a esta en mi consulta: “...

sábado, 6 de julio de 2013

Reflexiones sobre el Amor..


miércoles, 3 de julio de 2013

Por que a las mujeres les cuesta tanto agenciarse?

El Equipo Latinoamericano de Justicia de Género (ELA), presentó el pasado 12/6/2013, en el Espacio Cultural de la Biblioteca del Congreso de la Nación, la investigación "Entendiendo los obstáculos subjetivos a la agencia de las mujeres", en Chile, México y Argentina

Investigación muy interesante que ayuda a entender por que a las mujeres les cuesta tanto agenciarse.
Describo algunos ejemplos iniciales, y en el video podrán apreciar parte de la explicación detallada por parte de Diana Chanquia.

Cuales son los obstáculos subjetivos que las lleva  a descalificarse?

  • La falta de auto valoración respecto de sus capacidades de actuación en la esfera publica las lleva a excluirse de ese ámbito
  • Se ve también cierta rivalidad con aquellas mujeres que hicieron elecciones distintas a las suyas en la escala de valores (ponen en las otras sus prejuicios)
  • La naturalización de conductas socialmente impuestas a las mujeres: las mujeres "tienen que" dedicarse al hogar y, los varones, a cuestiones políticas (No se permiten a si mismas salir de ese esquema)






http://www.youtube.com/watch?v=jXWxCCFl4dI

http://www.youtube.com/watch?v=6vefkv1fE2s

http://www.youtube.com/watch?v=F0uH-oUfKUE

http://www.youtube.com/watch?v=BSV580XUPyw


No sagrada familia – Por Débora Tajer

Hoy tuve oportunidad de asistir al ciclo "Miércoles en la Escuela" que organiza la AEAPG.

En esta oportunidad el tema fue el Edipo. Fueron excelentes las exposiciones de las Dras. Débora Tajer y Martha Vega, como así también los interrogantes que se plantearon y los aportes de los participantes.

Por esto me parece importante transmitir algo de lo planteado,  y oportunamente publicaré el audio si es posible.

Esta nota de Página 12 considero que podría dar una pauta aproximada de lo expuesto hoy por la Dra. Tajer


T.M.


"No sagrada familia"

¿De qué modo incide, en la constitución del psiquismo de cada sujeto, “la asimetría de poder entre los géneros”? ¿De qué modo se constituye el sujeto en contextos actuales, donde “se intenta fugar del paradigma patriarcal”? ¿Cómo se constituyen los psiquismos “con relación a la diversidad de las prácticas de sexualidad”? Tales cuestiones procura articular la autora de este trabajo. 
Por Débora Tajer *


La revolución industrial y la entrada en la modernidad introdujeron numerosos cambios en la vida cotidiana, entre los que podemos ubicar la conformación de un nuevo modo de agrupación familiar: la familia nuclear. Esta familia, conformada por solo dos adultos (varón y mujer) cónyuges y sus hijos e hijas, fue efecto de varios cambios. A grandes rasgos, la migración del campo a la ciudad y la vida en unidades habitacionales más pequeñas produjo un pasaje de familias extensas a familias de sólo dos generaciones, unidas por lazos de alianza y sangre.

Esto democratizó la relación entre los varones de un mismo linaje, que dejaron de estar sometidos al gran patriarca del grupo y pasaron a ser pequeños patriarcas de su flamante familia nuclear. Y este modo de vida en familia ha conducido a una producción específica e histórica de formas de la masculinidad y de la feminidad. Los varones se constituirán en los proveedores económicos y representantes de la familia en el espacio público, y las mujeres, en el privado sentimentalizado (Ana María Fernández, La mujer de la ilusión, Paidós, 1993), dedicarán su vida a la crianza y las tareas de la reproducción social.

A fines del siglo XIX, con este panorama social y afectivo ya consolidado, hace su aparición el psicoanálisis, que tomará este modo familiar como escenario en el que se desarrollarán las tramas que tomará como base para sus contribuciones sobre la constitución de la psicosexualidad humana. Su instauración en el Río de la Plata, entre las décadas de 1940 y 1950, encontró a esta familia con un nuevo ingrediente: la entrada a la misma vía el romance y el amor romántico. Previo a la entrada por amor al matrimonio, esta institución no tenía aspiraciones de consagración de lo amoroso, sino sólo de lo patrimonial y reproductivo.

En una investigación que dirigí (Heridos corazones. Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, Paidós, 2009), al relevar los modos familiares de origen, encontramos que, para entrevistados de entre 35 y 55 años de clase trabajadora, las familias nucleares eran una experiencia de una sola generación, pero que formaba parte del ideal social desde el cual median sus prácticas reales.

Mucha agua ha pasado bajo el puente de las constituciones familiares, lo cual amerita el compromiso de tomar la obra de Freud como un punto de partida y no de llegada. Como señala Michel Tort en El fin del dogma paterno, el corpus psicoanalítico vinculó sus construcciones más nodales con formas históricas contingentes.

Juliet Mitchell, en Psicoanálisis y feminismo (1982), destaca que se puede tomar al psicoanálisis como lugar de trabajo “para hacer de él un muy buen dispositivo de análisis de la producción de padecimiento subjetivo de la sociedad burguesa y patriarcal y no sólo como reproductor de la misma”. En resonancia con este planteo, el desafío actual se ubicaría en ver si podemos hacer de este corpus un modo de abordaje del sufrimiento humano en una sociedad pospatriarcal y posheteronormativa.

Para todo esto partimos del hecho de que la familia del psicoanálisis, base de la mayoría de los desarrollos teóricos y herramientas prácticas, en la cual todo sucede, es la familia de la modernidad: la familia nuclear. Si nos tomamos el trabajo de abrir la “cajita feliz” de la familia nuclear, encontrarnos que esa familia ha sido (y es) más un ideal social y una construcción imaginaria que una realidad en la experiencia de vida de muchas personas, que, aun en la modernidad, han vivido en familias extensas o en las que hoy denominamos diversas.

Esa familia se ha constituido en el modelo o ideal desde el cual se ha medido la expectativa de felicidad-infelicidad en la modernidad tardía. Y, desde que fue incorporando el amor romántico como base de entrada al matrimonio –desde principios del siglo XX– se ha validado como una institución que, al decir de Judith Butler (“¿El parentesco siempre es de antemano heterosexual?” www.debatefeminista.com), legitima los vínculos amorosos heterosexuales y ha hecho que el parentesco funcione o califique sólo si adopta las formas reconocidas de familia. Llamando la atención acerca de cómo se asiste a los momentos importantes de la vida con relaciones fuertes, pero que no tienen nombre o no están legitimadas por quedar fuera del dispositivo legitimado. La heterosexualidad sobre la cual se basa la familia nuclear es una heterosexualidad de dominio entre varones públicos y mujeres del privado sentimentalizado. Por lo tanto, no es la única heterosexualidad posible.

Respecto de la constitución de los deseos heterosexuales, encontramos un tipo de heterosexualidad, producida en el marco del patriarcado, que implica una producción deseante en relación con la diferencia desigualada (Ana M. Fernández, Las lógicas sexuales: amor, política y violencia, Nueva Visión, 2009).
La constitución del deseo heterosexual en mujeres, en el marco de las relaciones patriarcales, implica un amor no sólo al que está del otro lado de la diferencia sexual, sino que incluye, relaciones de género mediante, el amor al amo social y al que tiene más privilegios, de los cuales ella no goza. Emilce Dio Bleichmar (El feminismo espontáneo de la histeria, 1985) señaló que parte de ese desafío se relaciona con el trabajo psíquico que implica investir la condición de “género devaluado”. Desear ser el género devaluado imprime al psiquismo de las mujeres un trabajo específico. Este no es captado por la figura de la resolución edípica tradicional, en la cual el gran trabajo femenino es el abandono del primer objeto de amor, entendido como la madre, en los modos generalizados de crianza que hasta ahora conocemos.

La constitución del deseo heterosexual en varones, en el marco de las relaciones patriarcales, implica un tipo de deseo conformado en torno de ser el amo social. Con algunas tendencias que vale la pena analizar, no como “naturales”, sino como producción histórica de modos deseantes, como la degradación de la vida erótica masculina destacada por Freud (“Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”, 1910): erótico con la prostituta, tierno con la mujer legítima. Y dos aspectos sobre los que dio luz Silvia Bleichmar (Paradojas de la sexualidad masculina, Paidós, 2006): la erotización por vía de la relación entre varones de diferentes generaciones, y la masculinización por vía de la pasivización al varón más grande, como parte de constitución de la masculinidad “hétero”. Por lo tanto, la necesidad ética de reformular la relación entre edipo y sexualidad masculina de dominio (Bleichmar S., La subjetividad en riesgo, Topía, 2005) mediante la incorporación de la interdicción del acceso a la sexualidad infantil como modo de interdicción del abuso sexual infantil.

Todo esto implica no considerar la organización edípica como garantizada de antemano estructural o psicogenéticamente; sacarla del “relato histórico” de la crianza en la familia nuclear. Y entender de un modo más complejo, no esencialista, la conformación de los deseos heterosexuales en sus formas históricas, pero no por eso menos reales, que derivaran o no en la constitución de las nuevas familias basadas en parejas hétero. Y empezar a pensar la constitución de modalidades deseantes por fuera del modelo hegemónico heteronormativo, hasta ahora necesario socialmente para garantizar la reproducción biológica de la especie humana.

Y aquí debemos ubicar uno de los desafíos que los estudios queer plantean a los estudios de género en el campo de la subjetividad: dejar de pensar lo hétero y lo homoerótico como discontinuos. A esta altura de los acontecimientos, no puede darse como indudable que la sexuación ubique a los sujetos, claramente y para siempre, de uno u otro lado de estas opciones sexuales. Por su parte, los estudios de género deberían insistir en que este viraje no debe conducir a invisibilizar el hecho de que las subjetividades sexuadas actuales aún se constituyen en el marco de las asimetrías de poder entre los géneros.

A modo de síntesis, el desafío principal es pensar, en simultáneo, cómo se constituyen los psiquismos con relación a la diversidad de las prácticas de sexualidad; las todavía asimétricas relaciones de poder entre los géneros; las relaciones entre los géneros que intentan fugar del paradigma patriarcal.

* Extractado del trabajo “El modelo familiar moderno y sus alternativas actuales. ¿Normalidad o normalización?”, incluido en La crisis del patriarcado, de Mabel Burin, Juan Carlos Volnovich, Irene Meler, Débora Tajer y César Hazaki (comp.), de reciente aparición (ed. Topía).

fuente:  Página 12, 13/9/12

viernes, 28 de junio de 2013

Edipo ¿estás ahí?

El próximo miércoles 3 de Julio  en AEAPG, a las 11hs. Muy interesante.


sábado, 11 de mayo de 2013

¿Cómo sentir amor por mi mismo?-Abraham Hicks-

Es posible lo imposible

Omar Villalobos nos explica tres características de nuestro cerebro que nos permiten hacer posible lo imposible...

El poder de la vulnerabilidad

Brene Brown estudia la conexión humana, nuestra capacidad de empatía, de pertenencia, de amar. En una charla conmovedora y divertida en TEDxHouston, comparte una visión profunda de su investigación, que la llevó en una misión personal a conocerse a sí misma, así como a comprender a la Humanidad. Una charla para compartir.

Aprender a Disolver Conflictos - Silvana Silveri

Todo conflicto nace de algún mal entendido y tiene un propósito que cumplir en la relación. Pero hemos aprendido que un conflicto es señal de problemas y que un problema es señal de sufrimiento. Lo cierto es que, la observación dedicada de un conflicto siempre aportará claridad y la claridad aportará paz interior y con ella todo conflicto será resuelto. El miedo a enfrentar los conflictos nos mantiene permanentemente en conflicto.

martes, 12 de febrero de 2013

Del enojo que destruye al enojo que resuelve

¿Cómo procesar y utilizar adecuadamente esta energía tan particular que es el enojo? De hecho, tanto las tradiciones religiosas como las diversas corrientes psicológicas han intentado ofrecer respuestas que resolvieran los vastos problemas que esta emoción presenta. Volvamos entonces, una vez más sobre el tema para explorar respuestas frente a ciertos interrogantes:¿Qué causa el enojo? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son los modos en que lo expresamos y cómo influyen nuestras creencias? ¿Qué necesitamos aprender para pasar del enojo que destruye al enojo que resuelve?


La causa

El enojo es el resultado de un impulso, deseo o necesidad frustrados. Ese deseo o impulso puede estar relacionado con un hecho particular o referirse a una situación global.
Es particular cuando el deseo está dirigido sobre un hecho puntual: me han prometido algo y no han cumplido; deseo hacer un trámite y el empleado no está en su puesto; deseo viajar y el tránsito está atascado, etc. Es global cuando lo que se afecta es la necesidad de preservar la integridad física o psíquica: una persona me empuja o amenaza apoderarse de algo que me pertenece o me humilla y maltrata psicológicamente..
Cualquiera sea la situación, si evocamos nuestras memorias de enojo comprobaremos que siempre están precedidas de una frustración. Cuando la energía del deseo que se direcciona hacia su realización encuentra un obstáculo, la obstrucción que este produce genera una sobrecarga energética dentro d ese deseo. Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo. La función original de esta sobrecarga de energía es asegurar y garantizar la realización del deseo o la necesidad amenazada.

Dime qué imaginas y te diré si te enojas o te apenas

La sobrecarga energética del deseo, que es el enojo, puede albergar diferentes calidades más o menos destructivas. Esto dependerá de las conclusiones que mi mente produzca en relación con la naturaleza del obstáculo. Si evalúo que existe una intención adversa que se está oponiendo a mi propósito, mi frustración se hará enojo destructivo. Por lo tanto trataré de hacerle a ese obstáculo destructivo lo que imagino que él quiere hacerme a mí. Esa voluntad de destrucción recíproca es la esencia de la batalla.
Si llego a la conclusión de que ese obstáculo no responde a ninguna voluntad específica de perjudicarme sino que como la lluvia en el día que deseo ir a la playa, es algo que ocurre pero que no se opone deliberadamente a mí, entonces mi frustración será frustración pero difícilmente evolucione hacia el tipo de enojo destructivo.
Si le pido dinero prestado a un amigo y él me dice que no puede hacerlo porque no dispone de esa suma, y le creo, mi frustración será frustración pero no se hará enojo contra él. Si en cambio creo que me miente, que tiene el dinero pero que no me lo quiere prestar, entonces la frustración tiene las puertas abierta hacia el enojo.
Ante cada frustración producimos, consciente e inconscientemente, conclusiones acerca de la causa que la produce y rápidamente evaluamos si hay una intención adversa o no. Muchas personas tienen la tendencia a atribuir sus frustraciones a una voluntad adversa que se opone a sus propósitos. Dichas personas no tienen más remedio que vivir crónicamente enojadas y resentidas.
Otro elemento interesante que está presente en este tema es que en el marco de una guerra, de una batalla, de una lucha, todo obstáculo es efectivamente el resultado de una intención adversa. Precisamente, la del rival de turno. De modo que para quien vive en una atmósfera psicológica de batalla, todo obstáculo pone en marcha la reacción en cadena de frustración-enojo destructivo.
Por el contrario, en el marco del proceso de resolución de problemas, los obstáculos en curso son evaluados como incógnitas a resolver, que efectivamente frustran y demoran los logros deseados, pero no generan enojos u odios destructivos.
En este momento, en el que los valores y las modalidades de la cultura competitiva sobrecargan tanto el tono emocional de cada una de nuestras relaciones humanas, estamos muy expuestos a interpretar cada obstáculo en el curso de una relación como la manifestación efectiva de esa relación adversa de nuestro rival de turno (sea mi mujer, mi vecino, el portero del consorcio, mi compañero de trabajo, etc.) que quiere oponerse a mi propósito y vencerme. No es de extrañar, entonces, que el clima emocional de una incesante batalla sea el que fatigue nuestros días y deje exánimes a nuestro deseo y nuestra posibilidad de entusiasmo y alegría.
A este componente cultural se agrega otro de origen biológico que, si no es adecuadamente comprendido, puede confundir aún más este problema.

El sustrato biológico

Desde el punto de vista químico, ante la presencia de un obstáculo vivido como amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, neurotransmisores que posibilitan todos los comportamientos de confrontación y lucha, de actividad y alerta. En épocas primitivas de la humanidad, cuando la amenaza a la integridad territorial de dirimía en una confrontación física, en una lucha cuerpo a cuerpo, esta respuesta adrenérgica era, sin duda, la más adecuada porque en aquellos casos era necesario incrementar la fuerza física para encarar la batalla.
Todos conocemos, sea por experiencia personal o por los innumerables ejemplos de personas que así lo testimonian, cómo en una situación de ira se dispone de una magnitud de fuerza mayor que la habitual. La tarea que necesitamos realizar es observar cómo utilizamos ese plus de energía que, por automatismos biológicos arcaicos, el organismo produce frente a una frustración o una amenaza. El desajuste se produce cuando uno sigue utilizando una respuesta biológica de ira generada en situaciones antiguas, para situaciones actuales que no requieren tanta respuesta adrenérgica: uno sigue poniendo en juego este tipo de respuesta y se olvida del problema que la generó. Esto se agrava, además cuando se genera la creencia de que el enojo, per se, incrementa la eficacia. Por lo tanto, se termina propiciando un patrón primitivo de respuesta de ira, como si todo fuera una amenaza al territorio.
El enojo es útil para aumentar la fuerza física pero no es útil para resolver problemas. Imaginemos aun cirujano que encuentra obstáculos durante una operación y se enoja. Su ira entorpecerá, sin duda, su capacidad de resolver el problema que enfrenta. Este ejemplo resulta obvio, pero sin embargo existe una creencia, bastante generalizada, de que el enojo da potencia. Un conocido periodista de tenis, cuando transmite los partidos de Gabriela Sabatini, repite frecuentemente: “Me gustaría verla a Gaby más enojada. Así Jugaría mejor.” El, como representante de esta creencia, supone que enojándose contra el rival ganaría en eficacia. Y, en realidad, es todo lo contrario: la coordinación y la precisión que son necesarias para una buena performance encuentran su mejor caldo de cultivo en la relajación y la calma. Esta observación, que parece tan obvia al describirla, está, sin embargo, prácticamente ausente en la evaluación de quienes orientan técnicamente y psicológicamente a los deportistas.
Resumiendo, podemos decir que la secuencia frustración-enojo-acusación, se produce en el contexto de una batalla y que, cuando vivimos en ese clima emocional imaginario, cada frustración dispara la respuesta de enojo destructivo que convierte cada problema en otra batalla.

Los diferentes modos de expresar enojo

En la medida en que concebimos al enojo como una señal que indica la presencia de una amenaza, de un obstáculo, podemos examinar cuáles son las actitudes que mejor utilizan la señal que ofrece el enojo.
Habitualmente solemos creer que la expresión del enojo es una conducta homogénea que no tiene componentes constitutivos diferenciables. Sin embargo, si miramos con mayor detenimiento la reacción del enojo, como si ubicáramos sobre ella una lente de aumento para ver con más detalle cómo es, encontraremos cuatro componentes diferenciables que vale la pena discriminar.
Para hacerlo más claro tomaremos un ejemplo sencillo: me cito con un amigo y llega tres cuartos de hora más tarde. Mi deseo de encontrarme con él a la hora convenida, que se frustra, acumula un plus de energía, y ese plus necesita descargarse. Este es, precisamente, el primer componente: la descarga. Podemos observar entonces todas las reacciones propias de esa necesidad: puedo moverme, gritar, protestar con insultos, dar un golpe sobre la mesa, patear, etc. El propósito de este tipo de reacciones es descargar al sistema de la sobrecarga a la que está sometido.
La función de la descarga es equivalente a abrir la válvula de escape de una olla de presión. La descarga permite que el sistema vuelva a recuperar el estado más adecuado para su funcionamiento. Esta fase es muy importante y es la que permite encarar en mejores condiciones las otras etapas de la resolución del problema que generó el enojo.
Es un hecho cada vez más reconocido por la comunidad psicológica que no todas las personas contamos con los canales disponibles para expresar y descargar la ira. Toda la tradición cultural que propició y valoró la contención del enojo terminó suprimiendo los canales de su expresión. Si le pusiéramos palabras a tal actitud, sería: “Expresar enojo está mal, no es correcto o es señal de debilidad”.
La actitud supresiva agrava el problema, porque la falta de hábito en la experiencia de la expresión de esa emoción hace que uno no cuente con la capacidad de graduarla en su justa medida: esto se alcanza cuando uno ha ejercitado repetidamente una respuesta. Por lo tanto, uno vive la ira frecuentemente en términos de “todo o nada”. Cuanto más se ejercita algo, mejor se puede calibrar y disponer de todos los matices de respuesta según requiera la situación. La graduación de la reacción es una conquista evolutiva, que es a su vez producto de la ejercitación.
Es interesante tomar como ejemplo lo que ocurre al respecto con los lobos y los pajaritos. El hecho de ser los lobos animales muy combativos permitió que, a lo largo de su historia, pudieran ritualizar la descarga y el castigo, y lograran rescatar lo esencial del combate entre ellos, que es dirimir quién se va a quedar con el territorio. Por esta razón, cuando en el transcurso de una pelea el que está perdiendo ofrece su cuello al rival, se genera en el vencedor un reflejo que lo aparta de su contendiente, le hace buscar el lugar más alto de la región y se instala allí. Han resuelto el problema de la distribución de territorio con la mayor economía posible. Esto ha sido denominada lucha ritualizada.
Los pajaritos, por su parte, que no tienen la experiencia habitual de lucha porque apelan al rápido vuelo como respuesta al peligro, no cuentan con el recurso del enojo ritualizado y calibrado. Por lo tanto, cuando combaten en una jaula, las luchas terminan sólo con la muerte de uno o ambos antagonistas.
El segundo componente es hacerle saber al otro el impacto que su acción ha producido en mí – o lo que es lo mismo – qué es lo que siento frente a lo que hizo. Como su enunciación lo indica, expreso, doy a conocer lo qué siento ante esa situación. Si volvemos al ejemplo de la cita con mi amigo, le diré: “Estás llegando 45 min. Tarde. Me siento irritado, molesto, decepcionado, harto de esperar, etc., etc.” Estas podrían se las palabras, pero la expresión global de lo que siento también estará en mi mirada, etc. Como se puede observar, en este caso no hay ningún enjuiciamiento, descalificación, ni conclusión acerca de la conducta del otro. Meramente se la nombra sin ejuiciarla y se describe la propia reacción ante ella.
La significación instrumental de este componente de la expresión del enojo consiste en que para que se produzca una modificación en la conducta del otro, es necesario que él conozca, del modo más completo posible, el efecto que su acción produce en mí. Este componente está estrechamente asociado al que describimos anteriormente como acción de descarga, porque en el acto de nombrar, asumir, expresar lo que siento también realizo un movimiento de descarga. Si bien estos dos componentes pueden ser diferenciables, porque en la descarga. Si bien estos dos componente pueden ser diferenciables, porque en la descarga participan más elementos motores, frecuentemente ambos se interpenetran y también esta fase está inferida por las creencias que afirman que reconocer el impacto que me produce lo que el otro hace es señal de debilidad..
El ejemplo que mejor ilustra esta actitud se presenta cuando alguien dice: “No le voy a dar el gusto de decirle cómo me afectó su comportamiento. Más adelante veremos cómo la inhibición en la expresión de una o ambas fases que estamos describiendo contribuye a que la expresión del enojo tome uno de los canales más disfuncionales de su espectro: el intento de suprimir al mínimo la propia reacción y producir sobre el otro el máximo castigo.
El tercer componente necesario en la expresión del enojo para que este cumpla adecuadamente su función resolutiva, es la formulación de la propuesta para reparar lo reparable en esa situación y la construcción de un proyecto que asegure en lo posible que ese problema no va a repetirse. Volviendo al ejemplo anterior, puedo decirle, por ejemplo, a mi amigo: “Mirá, ahora no puedo hablar del tema para el cual nos citamos porque estoy muy sobrecargado de malestar y tensión. Vamos a caminar algunas cuadras para descargarme, hablemos ahora de este problema y luego podremos conversar del tema por el cual nos citamos. Quiero que sepas que a mí me irrita mucho esperar cuando marco una cita a cierta hora, de modo que quisiera arreglar con vos una manera para que esto no se vuelva a repetir”.
Desde el punto de vista del enojo como señal, este conjunto de respuestas expresan una manera de aprovechar esta señal para resolver el problema que detecta. Si en este sencillo ejemplo de mi amigo lo que me afecta es la espera a la que me somete su impuntualidad, a través de estas reacciones utilizo mi enojo y el plus de energía que aporta para intentar resolver ese problema.
Recapitulando ahora los tres componentes, estos son:
a) Realizo la catarsis necesaria para descargar mi sistema.
b) Le doy a conocerla, clara y abiertamente, lo que siento para que él conozca el efecto que produce en mí lo que él ha hecho.
c) Incluyo una propuesta para reparar la situación presente y para tratar de evitar que se produzca en el futuro.
Para comprender mejor la significación de esta secuencia es útil recordar que detrás de todo enojo siempre hay un problema que se debe resolver. La confusión se produce porque el enojo mismo suele convertir los problemas en batallas y entonces el reconocimiento del problema y sus vías de solución se pierden.

El cuarto componente que vamos a examinar es el deseo de castigar al otro por lo que hizo. Aquí el centro está puesto en hacer sufrir al otro. Lo hacemos mediante insultos, enjuiciamientos y descalificaciones.
Cuando mi amigo llega tarde , le digo: “Sos un egoísta, un irresponsable, un desconsiderado, con vos no se puede pactar nada, es imposible confiar en vos, no lo voy a hacer, así que me voy. Adiós”. Esto puedo decirlo hasta con un tono de voz relativamente tranquilo, de modo que la descarga en sí de mi estado es mínima y simultáneamente el efecto sobre el otro es máximo. Aquellas personas que están habituadas a expresar su enojo de esta manera creen verdaderamente que expresar enojo es eso: acusar y reprochar. Cuando se les revela otra alternativa, muestran un verdadero estupor y una extraordinaria sorpresa al enterarse de una modalidad que no estaba presente en absoluto en su forma habitual de vivir y expresar su ira. Esta evidencia clínica pone de manifiesto hasta qué punto el tema de la ira es también un importante aprendizaje que necesitamos realizar como miembros de la especie humana y protagonistas de esta cultura.
La misma modalidad castigadora la podemos encontrar cuando al escuchar algo que nos enoja “le colgamos el teléfono” como respuesta o “damos un portazo” y nos vamos. Esta modalidad es muy frecuente y hay personas que se reconocen a sí mismas como expertas en “poner el dedo en la llaga”, es decir, producir con la mínima descarga, el máximo daño.
Una paciente, Elena, me contaba: “Mi marido no me consultó de cómo quería yo que se hicieran los arreglos en la terraza y eso me enojó mucho. Cuando me preguntó a qué hora iba a estar yo para que el albañil viniera a hacerlos, le dije que esa semana iba a estar muy ocupada y no iba a estar en casa. El tuvo que quedarse para recibirlo y luego se volvió loco para recuperar el trabajo atrasado... y yo lo disfruté muchísimo” En la medida en que Elena no disponía de los recursos emocionales como para expresarle a su marido su desacuerdo por su actitud inconsulta y proponerle a su vez que la incluyera para poder emitir su opinión, ella no tuvo más remedio que desembocar en la situación en la que expresaba su malestar mediante acciones que dañaran a su marido.
Esta actitud está relacionada con ese conjunto de respuestas que consiste en realizar una acción que intenta lograr que el otro sienta lo que yo hasta ese momento sentí, y a su vez, multiplicado. El régimen de multiplicación depende de cada uno y ese es el sistema que “va fabricando la bomba atómica”. Depende de cada uno, quiere decir que no sólo está relacionado con lo que el otro hizo sino también con todas las veces en que me sentí herido, del dolor que me produjo y de las conclusiones que saqué acerca del por qué ocurrió. Este es el sustrato psicológico de los denominados actos de venganza.
La venganza, en esencia, es eso: hacer algo para que el otro padezca lo que me hizo padecer. Observado desde afuera, se puede creer que el vengador está haciendo sufrir al otro mucho más de lo que uno supone que él ha padecido. Sin embargo, este aparente desfasaje depende de las memorias de dolor que el vengador albergue, que le hacen configurar muchas veces un régimen de multiplicación del sufrimiento altamente virulento.
Un elemento agregado que conviene recordar aquí es que, cuanto más inhibidos tiene la persona sus canales de expresión y descarga de su enojo, más utiliza el modo del “máximo castigo con la mínima descarga”.
A partir de estos hechos, la actitud de: “lo que más me descarga es que el otro sufra”, se releva como una extraordinaria distorsión en el proceso de la expresión del enojo. Además, como el otro va a reaccionar a su vez ante mi acción que le ha hecho sufrir, si él tiene el mismo mecanismo de hacerme sufrir por lo que le he hecho, entre los dos ponemos en marcha una interacción que agrava el problema y multiplica el daño. Esa es “la bomba atómica”. Así es como se fabrican peleas que culminan en actos de violencia de una magnitud tal que resultan, a los ojos de un observador, altamente desproporcionadas en relación con el motivo que las generó.. lo que acabamos de describir es un ejemplo prototípico de las situaciones en las que el enojo, en lugar de resolver un problema, lo agrava y multiplica.
La indagación minuciosa de este componente del enojo desbordaría los límites de este artículo, pero un elemento más que vale la pena al menos nombrar es que cuando le digo a mi amigo que llegó tarde: “sos un irresponsable...., etc.”, estoy actuando de un modo tal en el que he dejado de tener un problema con un amigo y la persona de mi amigo ha pasado a ser mi problema. Dejo de estar con alguien con quien resolver un problema, para empezar a estar con un puro adversario a quien quiero destruir. Este movimiento de amplificación desde un problema con un amigo a la persona total de mi amigo como problema, es típica de la reacción del enojo. Es lo que se suele llamar comúnmente: “la calentura del enojo””. Es ese movimiento de desproporción, de exceso, de hibris, por el cual una parte se convierte temporariamente en el todo.

Indagación personal

Le propongo al lector que, para aprovechar mejor la lectura de este artículo, trate de evocar alguna escena reciente y significativa en la que sintió intenso enojo. Trate de recordar quiénes eran los protagonistas, cuál era el tema que motivó el enojo y, especialmente, cuál fue su reacción. Es decir, de qué modo expresó su enojo. Es decir, de qué modo expresó su enojo.
Utilizando el parámetro de los cuatro componentes, le propongo que observe cuáles estuvieron presentes: si hubo reacción de descarga, si dio a conocer lo que sentía ante lo que le hicieron, si formuló alguna propuesta para resolver la situación, y si intentó castigar al otro por lo que le hizo.
La experiencia clínica muestra que en una gran mayoría de los casos de expresión del enojo sólo están presentes las acciones que intentan castigar al otro, sea con insultos, reproches o descalificaciones. No está de más repetir que ese es uno de los canales más disfuncionales para la resolución del problema que ha despertado enojo. Si este fuera su caso en el ejemplo evocado, trate de imaginar que vuelve a esa escena y observe cómo sería incluir los otros tres parámetros de este análisis. Algo que es bueno recordar aquí , es que el enojo no es un fin en sí mismo sino un medio para resolver un problema.
Cuantos más recursos tengo para resolver el problema que mi enojo señala, más se encauza la energía del enojo en la dirección de su resolución. A punto tal que, en sus formas más extremas, el enojo prácticamente no se presenta ni se lo experimenta como tal. Por el contrario, cuantos menos recursos tengo para resolver un problema, cuanto más impotente me siento, más intenso es el enojo y más destructiva su calidad.


Caminos que van desde la furia vengativa hasta la descarga, la comunicación y la propuesta por Norberto Levy. Autor del libro “El asistente interior”. Ed. Planeta – Bs.As. 1993